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Actualidad | Artículos propios

Entrevista a Betty Mutesi sobre el genocidio de Ruanda de 1994

«Las potencias no intervinieron en el genocidio de Ruanda porque, simplemente, no les importaba lo que estaba ocurriendo en el país»

Betty Mutesi, responsable de proyectos de International Alert en Ruanda y Burundi, reflexiona sobre las causas y las consecuencias del genocidio tras las jornadas «Ruanda, 20 años después»

800 mil vidas perdidas, familias enteras asesinadas, un país destruido; una mancha en nuestra Historia. Veinte años más tarde de la masacre cometida en Ruanda, la humanidad es consciente del terrible después del genocidio cometido en el país centroafricano pero, pese a la gravedad de lo ocurrido, son muchos los que desconocen el antes del conflicto. Es por este motivo por el que cabe preguntarse: ¿cuáles fueron los orígenes de la matanza? ¿fueron únicamente las causas remotas las que derivaron en ella? y, de ser conocidos sus antecedentes, ¿por qué la comunidad internacional no hizo nada para frenarla?

Sobre los orígenes del genocidio ruandés puede aportar algo de luz Betty Mutesi, responsable de proyectos del International Alert en Ruanda y Burundi. Mutesi, que visitó recientemente nuestro país con motivo del ciclo de jornadas «Ruanda, 20 años después» –llevadas a cabo en La Casa Encendida y organizadas por el Instituto sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH) y Médicos Sin Fronteras (MSF)– es además cónsul honorario de España en Ruanda.

Con el fin de explicar los hechos, Mutesi se remonta, en la siguiente entrevista, al año 1959. Fecha en la que Muere el rey tutsi Mutara III Rudahigwa y en la que se desencadena una revolución social donde campesinos hutus atacan a los terratenientes tutsis y provocan más de 20.000 muertos y 150.000 desplazados.

Pregunta— Echando la vista atrás y viendo que los enfrentamientos entre las etnias de los hutus y los tutsi llevaba años gestándose: ¿tan claro estaba que todo aquello iba a derivar en un genocidio?

Respuesta— Sí, de hecho se podría afirmar que desde 1959 ya estaba claro que la división entre ambas etnias se estaba intensificando. Los tutsis estaban siendo atacados como consecuencia de su origen étnico. Muchos de ellos estaban siendo asesinados y otros muchos eran forzados al exilio en países vecinos.

P.— Si tan previsible era la situación, ¿por qué nadie hizo nada?

R.— Aunque con el tiempo se ha comprobado que el genocidio contra los tutsi estaba en ciernes desde 1959, lo cierto es que nadie hizo nada por diversas causas. Por un lado, la falta de interés en Ruanda por razones estratégicas y económicas. Por otro, el país llevaba años sumergido en una dictadura, lo que hacía imposible que desde el exterior se conociese lo que realmente ocurría en el país. A esto hay que sumarle el ego humano, que nos impide dar importancia a aquello que ocurre más allá de nuestras fronteras.

Si juntamos todos estos factores, vemos que la situación contribuía a la inacción de la comunidad internacional. Las potencias no intervinieron porque, simplemente, no les importaba lo que estaba ocurriendo en el país.

P.— ¿Qué significó Ruanda para el devenir de la ayuda humanitaria?

R.— Un giro drástico. La ayuda humanitaria ha cambiado mucho tras la crisis de Ruanda. Y ha cambiado mucho también desde entonces la responsabilidad de proteger los principios humanitarios, tanto dentro de los propios Estados, como desde las agencias no gubernamentales.

P.— ¿Qué ha aprendido Ruanda del genocidio?

R.— Personalmente, he aprendido que el genocidio es el peor crimen que se puede cometer. Es un término tan complejo que no se puede definir; tan desolador que no hay justicia en el mundo que pueda combatir el dolor y la angustia que ha provocado en sus víctimas. El genocidio es tan difícil de olvidar que la reconciliación no tiene línea de tiempo.

P.— ¿Cuáles fueron las principales lecciones aprendidas tras el genocidio de Ruanda para la comunidad internacional y el sector humanitario?

R.— No han sido muchas las lecciones que se pueden ver tras lo ocurrido en Ruanda. Se ha dado mucha atención al castigo, pero muy poca a la prevención.

P.— Durante las distintas ponencias que se han realizado entorno a las jornadas «Ruanda, 20 años después», se ha mencionado en varias ocasiones un reciente artículo sobre la situación actual en Burundi publicado en The Economist. ¿Podríamos realizar un paralelismo entre lo ocurrido en Ruanda con lo que sucede a día de hoy en República Centroafricana o Sudán del Sur?

R.— Todas las situaciones que hoy en día vemos que suceden en República Centroafricana (RCA) y Sudán del Sur –tales como las muertes, la miseria o las tensiones religiosas y étnicas– son sin lugar a dudas la réplica perfecta de la ruta recorrida antes del genocidio ruandés.

Y, aunque la comunidad internacional haya prometido que nunca jamás volvería a ocurrir lo sucedido en Ruanda, lo cierto es que la falta de inacción sigue cobrándose muchas vidas. La comunidad internacional tiene que tomar medidas más enérgicas que hagan frente a las crisis actuales. Sólo así se podrán frenar conflictos como los que están sucediendo en Siria, Sudán del Sur o en RCA.

P.— ¿Qué recomendaciones haría a la comunidad internacional?

R.— Que no esperen. Que actúen sin perder el tiempo debatiendo sobre lo que ocurre en cualquiera de estos países. Que, por favor, salven vidas.

P.— Para finalizar, ¿cómo ve el sector humanitario en la actualidad?

R.— Aunque aún están digiriendo muchos fracasos políticos del pasado, creo que el sector humanitario juega un papel crucial a la hora de salvar vidas. Un papel que pueden ir mejorando en el tiempo a medida que las lecciones vividas se aprendan y se apliquen.

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