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España: tristes restos coloniales

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(Para Radio Nederland) 
Mientras la mayor parte de las repúblicas latinoamericanas se preparan para las conmemoraciones de los bicentenarios de la independencia de la metrópoli española, otros acontecimientos de las últimas semanas nos recuerdan tozudamente la forma chapucera en la que la España franquista asumió sus últimos compromisos en materia de descolonización, dando lugar a problemas y callejones sin salida de muy difícil solución.

 La coincidencia, además, de estos recuerdos con el trigésimo primer aniversario de la Constitución española con la que los españoles tratamos de superar –y a veces olvidar amnésicamente- el pasado, nos hace recordar la vigencia del cuento de Monterroso de que «cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».

 El primer triste recuerdo que nos deja la semana es la celebración de unas elecciones fraudulentas en la Guinea Ecuatorial que España abandonó en 1968 y que desde 1979 controla dictatorialmente Teodoro Obiang. Unas elecciones que se han celebrado sin presencia ni tan siquiera de medios de comunicación u observadores internacionales, y que, cómo no, se saldan con un triunfo «galáctico» del dictador. Y lo lamentable en la posición española respecto de este país es la completa aceptación que se hace de la situación antidemocrática de facto, cuando no el aplauso cómplice y la connivencia con el dictatorial régimen guineano.

El caso guineano 
El viaje realizado por la diplomacia española durante el año 2009, en una delegación en la que como estrambote formaba parte el antiguo mandatario franquista Manuel Fraga Iribarne, firmante del acta de independencia de la antigua colonia en al año 1968, pone de manifiesto el diletantismo de la política exterior española, manifestado claramente en el caso guineano. Las fuertes reservas petrolíferas del país y los intereses de las empresas españolas del sector están, por lo visto, por encima de las situaciones de extrema pobreza y violación de los derechos que viven los sectores mayoritarios de la población. Guinea Ecuatorial se ha situado en los últimos años entre los países con mayor crecimiento del PIB (debido a la producción petrolífera) y, sin embargo, con peor distribución de la riqueza del mundo. Un país con récord en la inequidad. Y la diplomacia española mira para otro lado.
 
Aminatou Haidar 
Pero si en algún caso se pone de manifiesto la irresponsabilidad del proceso descolonizador español es en el Sahara Occidental. Escribo estas líneas cuando la vida de la activista Aminatou Haidar pende de un hilo y cuando su decisión de continuar la huelga de hambre pueden conducirla a la muerte. Deseo firmemente que no se produzca ese desenlace pero, en cualquier caso, la situación creada por la negativa de Marruecos, primero, de no permitirle la entrada en El Aaiun y expulsarla a Lanzarote, y la confusión creada, después, por la falta de rigor de la posición de las autoridades españolas y las falsas expectativas creadas sobre una posible resolución positiva del asunto, muestran también el cómo una situación como la de la causa del derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, enquistada desde hace décadas, puede estallar en cualquier momento.

 Chantajes de Marruecos 
Al margen de las consideraciones jurídicas, los enfoques de derechos humanos, y de las argucias más o menos ocurrentes que se han propuesto estos días y los debates que esto ha generado, el fondo del asunto es el abandono –por más que se presente de otra forma- que el gobierno español ha venido haciendo de la defensa de los derechos de los saharauis de modo creciente. Justificado, evidentemente, por la necesidad de buenas relaciones con el vecino marroquí. La pregunta es hasta dónde está dispuesta a aguantar España los sucesivos chantajes de los gobiernos de Marruecos y si estará dispuesta a defender las resoluciones de las Naciones Unidas en la materia. O, si como se prevé, tratará de convencer a los responsables del Frente POLISARIO de las alternativas autonomistas que propone Marruecos.
 
La relación de los monarcas 
Algunos medios de comunicación españoles plantean hoy la conveniencia de una llamada de la Secretaria de Estado Hillary Clinton al rey marroquí Mohamed VI para mediar en la posible solución de este asunto. Llamada que recuerda aquella de Colin Powell en el inefable caso de la isla Perejil. Y, puesto que estamos en conmemoraciones constitucionales y hablando de llamadas, ¿no sería posible una llamada del rey español Juan Carlos I a su homologo marroquí? ¿No mantienen una buena relación ambas monarquías? Así, de paso, algunos nos convenceríamos de que hicimos bien votando a favor de tan descafeinada propuesta constitucional. Y de que los españoles, todos los españoles, aún podemos hacer algo para contribuir a soluciones en una de las cuestiones que forman parte de nuestra vergüenza colectiva: el abandono de los derechos de los pueblos que durante siglos o décadas habíamos colonizado.

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