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Drama en Haití: no repetir los errores

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(Para Radio Nederland)

La solidaridad internacional comienza a movilizarse tras el fortísimo impacto del terremoto que ha asolado Haití, y parece hacerlo con más premura y decisión que en ocasiones anteriores.

La tremenda fuerza del seísmo, la evidente destrucción provocada, los primeros espeluznantes datos sobre víctimas y damnificados, el hecho de que el desastre se superponga a la crisis crónica que vive el país, y, sobre todo, las impactantes imágenes que difunden los medios, están haciendo que los primeros envíos de ayuda humanitaria internacional estén empezando a llegar a la isla caribeña y que los dispositivos de asistencia estén comenzando su trabajo.

El que antes de 24 horas tras la emergencia se hayan conseguido movilizar recursos y que incluso los primeros cooperantes internacionales lleguen a Puerto Príncipe en muy poco tiempo, es un hecho destacable que, lamentablemente, no es habitual.

Por último, el hecho de que entre los países que están suministrando o hayan ofrecido ayuda se encuentren casos tan diversos como Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Unión Europea, Japón, entre otros, junto a los organismos de Naciones Unidas, es también reseñable. Las cosas se mueven y en una dirección positiva.

Sin embargo, las reacciones de muchos de estos países y las declaraciones de sus líderes, o la actitud de algunas organizaciones no gubernamentales, muestran que el patrón de respuesta puede repetir errores que ya fueron analizados y evaluados tras la gran respuesta humanitaria al tsunami asiático y otras grandes crisis, y ponen de manifiesto las dificultades para aprender del sistema humanitario, y el error de plantear cada crisis como si fuera la primera vez que un evento de ese tipo sucede. Algunos de esos errores recurrentes que habría que evitar en este caso serían los siguientes:

– Predominio de las respuestas bilaterales respecto del apoyo a los mecanismos multilaterales. Todos los líderes dejan claro el apoyo de su país, pero no dicen nada de cómo van a coordinarlo con la respuesta humanitaria global, con los mecanismos de la ONU, etc. En este caso, además, se pone algún énfasis en el papel de la Misión de Estabilización de la ONU (MINUSTAH) ya presente en Haití, pero no se menciona el rol que debe cumplir la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) –también presente en un país tan proclive a los desastres- y otras estructuras federativas como la Federación Internacional de la Cruz Roja y Media Luna Roja, o las redes de ONG que aportan un valor añadido. La famosa C de coordinación es básica en cualquier respuesta de emergencia y en este caso debería serlo aún más.

– Desprecio de los medios locales. Es evidente que en este caso son muy escasos y que Haití es un Estado frágil con una carencia enorme de recursos públicos para enfrentar una tragedia de esta magnitud. Pero la ayuda internacional no debe contribuir a fragilizar y deslegitimar aún más el débil Estado haitiano, y debe contar con todos los dispositivos locales desde el inicio de la respuesta. Por otra parte, en Haití trabajan numerosas ONG nacionales e internacionales sobre las que habría que basar la respuesta y evitar el “paracaidismo” humanitario de organizaciones que sin presencia previa en el terreno quieran colaborar y puedan complicar las cosas todavía más.

– Obsesión por la rapidez de respuesta. Es claro que las tareas de rescate deben comenzar cuanto antes y que para ello se necesitan medios muy especializados. Pero también es cierto que si esos medios no están previamente en el país o llegan en 24-36 horas, son inútiles y, pese a la gran visibilidad que tienen y a lo “queridos” que son por muchos donantes y algunas ONG con poca experiencia, su eficacia es muy baja. Se desconoce que los problemas fundamentales para salvar las vidas de las personas que han logrado sobrevivir al primer impacto del desastre, y los problemas humanitarios más importantes, comienzan cuando hay que proveer alojamiento, alimento, agua, etc, en definitiva cubrir las necesidades básicas, durante meses o años tras la emergencia. Y también cuando los medios de comunicación han desaparecido. El mantra de “hagan ustedes cualquier cosa, pero que sea rápido” debe dar paso a una planificación más rigurosa que, en casos como el de Haití, comience desde el principio a pensar en la reconstrucción. Una rehabilitación que combata las causas profundas de vulnerabilidad que agravan el desastre y que no sea una vuelta a una “normalidad” de miseria y exclusión.

– Militarización de la ayuda. En Haití, donde MINUSTAH tiene medios y mandato para trabajar en la asistencia tras el desastre, se deben potenciar esos medios y los medios civiles, tanto de organismos internacionales como de ONG. Pero sobrecargar el componente militar es un error como ya se valoró tras el tsunami asiático de 2004. El hecho de que el presidente norteamericano, Barack Obama, haya optado por esta opción, tratando a Haití como una colonia estadounidense o un mero protectorado, nos parece inadecuado.

El terremoto que ha devastado Haití es una de las catástrofes más graves de la última década y va a requerir de un esfuerzo sostenido de numerosas instituciones durante mucho tiempo. Tratemos de aprender de las experiencias anteriores y evitemos los errores a los que el exceso de buena voluntad y otros excesos menos legítimos puedan conducirnos.

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