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Una mirada al mundo árabe en 2009

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(Para Radio Nederland)

A la espera de que algún acontecimiento trágico se empeñe nuevamente en amargarnos el cierre del año en el mundo árabe- recordemos la operación militar de Israel contra Gaza en las pasadas Navidades-, la imagen más llamativa que cabe recordar ahora es la de Barack Obama recogiendo el premio Nobel de la Paz.

Se presentó en Oslo con un discurso de aceptación que parecía diseñado para evitar que su imagen se viera empañada por su reciente decisión, como comandante en jefe de EE UU, de aumentar la apuesta militar en Afganistán.A pesar de su brillantez como orador, y como balance de su primer año de mandato, cabe precisar que su intención de marcar un cambio de rumbo en la equivocada política de su antecesor- dominada por la contraproducente “guerra contra el terror”- no se ha visto aún coronada por el éxito. Es cierto que su discurso es distinto, y que ello le ha permitido a EE UU recuperar una notable simpatía internacional, pero las líneas de continuidad con la política exterior y de seguridad del denostado George W. Bush son aún bien notorias.

Conflicto árabe-israelí

Así puede comprobarse de inmediato en el mundo árabe, en relación con los tres principales asuntos que conforman la agenda regional. En el conflicto árabe-israelí ha sido absolutamente decepcionante su postura de contemporización con el gobierno de Benjamín Netanyahu, aceptando finalmente que la congelación de todos los asentamientos- ilegales en su totalidad- no es ya una condición sine qua non para explorar una vía de solución definitiva a este largo enfrentamiento. Finalmente, después de haber generado expectativas mayúsculas con una hipotética propuesta que serviría para sentar a la mesa de negociación a las partes enfrentadas, el año concluye con la aceptación de los términos que Tel Aviv defiende- y que implican la negativa a una verdadera negociación- y con un arruinado presidente palestino, Mahmud Abbas, que anuncia su deseo de no presentarse a las próximas elecciones palestinas, decepcionado al no tener en sus manos nada sustancial que ofrecer a sus posibles votantes. Sin ningún avance en el resto de los capítulos de este trágico problema- el que afecta a Israel con Siria y Líbano-, el panorama continúa oscureciéndose con los palestinos fragmentados entre facciones cada vez menos inclinadas a la reconciliación, y asediados y machacados a diario por sus ocupantes.

Iraq

Por su parte, Iraq sigue registrando regulares explosiones violentas en un contexto que apunta a más inseguridad según se van aproximando las elecciones legislativas del próximo mes de marzo. En términos globales se mantiene la presencia militar extranjera, con Estados Unidos en primer lugar, sin que el país haya podido encarar una senda de desarrollo y seguridad irreversible. Nada apunta a una inminente retirada- los soldados estadounidenses simplemente se han acuartelado fuera de las ciudades- y, en términos políticos, no parece que el panorama actual- con los chiíes en alza- sea el soñado en Washington en ningún momento. La sombra de Irán sigue siendo muy alargada en territorio iraquí y aún queda muy lejos el momento en el que alguien en Estados Unidos se atreva a repetir lo de “misión cumplida”, como hizo Bush a bordo de un portaviones en mayo de 2003.

Afganistán/Pakistán
Como tercer punto caliente de la zona, Afganistán y Paquistán presentan muchas más sombras que claros. Después de denostar el militarismo de la anterior administración estadounidense nos encontramos ahora con una ¿nueva? estrategia, que sigue apostando por más medios militares, sin que se perciban esfuerzos al menos similares en otros terrenos. Si los aproximadamente 40.000 nuevos soldados que se van a desplegar en terreno afgano (30.000 de ellos estadounidenses) no bastan para vencer militarmente a sus oponentes, menos aún cabe esperar que logren ese objetivo los propios policías y soldados afganos. La reelección de Hamid Karzai es, por sí sola, una buena señal del fatalismo con el que cabe analizar la situación de este país, al demostrar que no existe alternativa válida a día de hoy, aún a pesar de su demostrada incapacidad para dominar ya no solo a sus oponentes sino también a sus propios compañeros de viaje.

Arco de crisis

En una mirada apresurada al resto de la región, la tentación de volver a emplear el término de “arco de crisis”, ya usado al principio de la década pasada, es muy evidente. Por un extremo, Mauritania ha vuelto a sufrir un golpe de Estado que abortó el débil ejercicio democrático iniciado hace apenas tres años y sus gobernantes actuales siguen sin lograr un control efectivo del territorio nacional, como lo acaba de poner de manifiesto el reciente secuestro de tres cooperantes españoles a manos del grupo terrorista de Al Qaeda para el Magreb Islámico. Marruecos y Argelia siguen, quince años después, con sus fronteras cerradas, en un ejemplo más del anquilosamiento de unos regímenes que no resuelven sus disputas ni atienden satisfactoriamente las necesidades básicas de buena parte de su población. Mientras tanto, en Túnez asistimos a una nueva farsa electoral, con la que el presidente Ben Ali pretendió demostrar su supuesto fervor democrático, todo ello bajo la complacencia internacional. Por el otro extremo, Irán sigue en su peligroso rumbo de confrontación con la comunidad internacional en su intento por consolidar su liderazgo regional, echando mano para ello de unas capacidades nucleares que, además, le añadirían garantías de seguridad contra cualquier posible enemigo exterior, con Israel en primera línea. Aún queda tiempo para evitar lo peor, puesto que Irán todavía no domina la totalidad del ciclo nuclear, pero de momento tanto unos como otros parecen empeñados en aumentar su apuesta desestabilizadora en un juego que nadie parece controlar en última instancia.

Es bien sabido que el mundo árabe no es homogéneo en ningún sentido, por lo que no cabe extraer conclusiones válidas para la generalidad de los 22 países que conforman la Liga Árabe. Lo mismo puede decirse de otros actores de la zona, como Israel e Irán, cuyos comportamientos obedecen a cálculos. Pero, en su conjunto, las dinámicas negativas que caracterizan a la región no han hecho más que acentuarse a lo largo de 2009, sin que se atisbe en el horizonte la emergencia de otras distintas que pongan el énfasis en la atención a las necesidades más elementales de una población frustrada por su falta de expectativas de mejora, en la necesaria integración regional o en la apuesta por instrumentos sociales, diplomáticos, económicos y políticos para resolver los conflictos pendientes.

Tareas pendientes

Por el contrario, los violentos se sienten crecientemente reforzados- sea en Magreb, en Oriente Próximo o en Oriente Medio-, los fracasados regímenes actuales todavía creen contar con tiempo para seguir abusando de sus privilegios y los actores externos no consiguen salirse de la inoperancia (con la Unión Europea como ejemplo más notorio) o del militarismo clásico (con Estados Unidos a la cabeza). Ninguno de estos últimos parece atreverse aún a cuestionar seriamente el apoyo que vienen prestando desde hace décadas a los deslegitimados gobernantes locales, ni a abrir canales de diálogo y negociación con actores tan representativos y pujantes como los que se identifican bajo el paraguas global del islamismo político. Una labor imprescindible que tal vez encuentre hueco el próximo año. ¡Inshallah!

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