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Afganistán como Estado fallido y el contagio de Pakistán

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Afganistán ha vuelto a primera línea de todos los periódicos y análisis de política internacional. A día de hoy, Iraq ha cedido su dudoso privilegio de guerra más seguida por la opinión pública y ha pasado el testigo a Afganistán. Sin embargo, la sombra de Afganistán es alargada y afecta a sus vecinos, especialmente a Pakistán. La lucha por el control de Afganistán hoy en día se libra a los dos lados de la porosa frontera entre Afanistán y Pakistán, con escaso éxito a ambos lados. Ejemplo de ello son las acciones recientemente iniciadas por el ejército pakistaní en la región de Waziristan Sur para luchar contra la insurgencia.

Afganistán es, a día de hoy y probablemente desde al menos la segunda mitad de los años 80 un estado fallido. Aunque no existe una definición comúnmente aceptada de que es un estado fallido, el mundo académico si ha sido capaz de crear una línea mínima para separar a aquellos estados funcionales (la gran mayoría) de los fallidos. El criterio esencial es la capacidad de reparto de bienes políticos (deliverance en ingles). Un estado es fallido siempre y cuando no es capaz de proveer a sus ciudadanos ciertos bienes políticos básicos y en su mínima expresión. Aunque existe desacuerdo en como identificar esa mínima expresión, tres son los bienes políticos básicos que Afganistán no es capaz de proveer a sus ciudadanos; seguridad, identidad y desarrollo. La falta de estos tres bienes de carácter político ha afectado no solo a Afganistán, sino también a Pakistán en forma de elementos facilitadores de conflicto armado.

Con la ausencia del estado, son las redes y nodos de poder informales los que toman el control de la situación. Señores de la guerra, redes de tráfico ilegal de heroína y armas o movimientos insurgentes de escasa coordinación (como puede ser Al-Qaeda) se convierten en los dueños y señores de las regiones fuera del control del gobierno central. La creación de redes informales entre el gobierno pakistaní y los grupos que luchaban por el poder tras la retirada soviética fue el origen de la influencia del fallo afgano en Pakistán. Fueron estas redes informales las que permitieron que muchos grupos insurgentes pakistaníes se formaran y entraran en el conflicto de Afganistán desde Pakistán, y a su vez otros tantos grupos afganos cruzaran la frontera buscando un refugio seguro en la Noth-West Frontier Province (NWFP) región de la que habían salido hacia algunos años.

La ausencia de seguridad en Afganistán ha traspasado la frontera y ha creado inestabilidad en la NWFP. El fallo de Afganistán como estado ha creado un santuario en ambos lados de la frontera y las insurgencias afgana y pakistaní campan libremente en dichos lugares. Por un lado, la guerra de los insurgentes afganos se ha extendido a Pakistán. Dichos insurgentes buscaron refugio en Pakistán, de donde muchos de ellos salieron a mediados de los años 90. El apoyo de la población y de muchos maliks o líderes locales ha facilitado enormemente la extensión de la lucha talibán a Pakistán. A día de hoy existen dos ramas débilmente unidas del movimiento talibán. Por un lado, la red afgana actúa desde territorio pakistaní contra el gobierno de Kabul y las tropas extranjeras. Por otro lado, las condiciones creadas en la NWFP han sido aprovechadas para el surgimiento de un movimiento indígena pakistaní, Tehrik-i-Taliban de Pakistán. Este movimiento ejerce un control de facto en muchas regiones de la NWFP, extiende sus redes informales hasta lugares tan lejanos como Uzbekistán y tiene un radio de acción que incluye todo el territorio pakistaní.

Además, la falta de identidad del estado afgano, fuertemente dividido entre las etnias pastunes y tayikas, ha provocado el alineamiento tribal en la zona, extendiendo el conflicto a cualquier zona dominada por la etnia pastún, mayoritaria en Afganistán y en la NWFP. Desde que Afganistán se convirtiera en un estado fallido la división étnica se ha hecho más aguda en el país. Todos los intentos de gobierno, desde la administración talibán hasta el gobierno de Karzai han sido incapaces de reducir dicho problema. Esta profunda división ha extendido el conflicto afgano también a otras zonas de dominación pastún, en concreto a la NWFP. Además de la extensión del conflicto, ciertas ideologías y un sentimiento de solidaridad “guerrera” se ha extendido por la población pastún en Pakistán. El apoyo del gobierno americano al gobierno de Islamabad ha abierto por lo tanto una nueva línea en el frente común pastún.

Por otra parte, el fallo de Afganistán como estado ha creado grandes oportunidades de negocio informal a ambos lados de la frontera, apoyado en las redes informales que se han creado. El mercado de armas ha florecido enormemente en Pakistán a través de estas redes informales. Según algunos autores, se ha creado en Pakistán una “cultura del kalashnikov” . La gran mayoría de las armas que hoy en día se encuentran en manos de los talibanes afganos han pasado en algún momento por las tiendas de los comerciantes pakistaníes. Además del tráfico ilegal de armas, Pakistán es una de las rutas de salida de los productos derivados del cultivo del opio en Afganistán. Estos dos negocios informales han significado una cuantiosa fuente de financiación para los grupos talibanes y han permitido, por un lado, mantener la lucha armada en Afganistán, y por otro, extender dicha lucha a territorio pakistaní.

Como se puede observar, el hecho de que Afganistán se haya convertido en un estado fallido y se haya mantenido así, con ciertos matices en algunos periodos temporales, ha creado condiciones de conflicto en el vecino Pakistán. Estas condiciones han traspasado la frontera usando las redes informales. Estas redes informales fueron creadas en Afganistán como consecuencia de la falta de estado y la falta de ciertos bienes políticos básicos. Se hace, por tanto, necesario, no solo luchar contra las causas del fallo de Afganistán como estado, sino también poner remedio a las consecuencias temporales que la falta de estado ha creado y que tan duramente están afectando a Pakistán. Este problema podría extenderse en un futuro a países como Irán o Tayikistán, poniendo en serio riesgo la ya de por si frágil seguridad regional.

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