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Entrevista a Charles Powell: “España golpea por debajo de su peso a nivel internacional»

 

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Charles Powell es un historiador hispano-británico que, desde 2012, es director del Real Instituto Elcano y vicepresidente segundo de la Fundación Transición Española, de la que fue director desde el 2007 al 2012. Desde 2011 es también miembro del capítulo español del Consejo del European Council on Foreign Relations (ECFR)-Consejo Europeo de Relaciones Exteriores.

En su extensa vida académica, se ha dedicado principalmente al estudio de la historia política de la España contemporánea y de su política exterior. Entre sus numerosas publicaciones, destacan los libros: «El piloto del cambio. El rey, la monarquía y la transición a la democracia» (1991), Premio Espejo de España en 1991; «Juan Carlos. Un rey para la democracia» (1995), Finalista Premio Nacional de Historia en 1995; «Juan Carlos of Spain, self-made monarch» (1996); «España en Democracia, 1975-2000» (2001), Premio Así Fue en 2001; Adolfo Suárez. «El Presidente que se hizo a sí mismo (2004)», y «El amigo americano. España y Estados Unidos, de la dictadura a la democracia» (2011). También ha publicado numerosos trabajos sobre la relación de España con la Unión Europea, y sobre la política exterior de Estados Unidos.

Con motivo de su participación en el ciclo de conferencias «El papel de España en el mundo» le entrevistamos y conocimos la visión que tiene del papel de la política exterior española de los últimos años.

¿Qué papel e influencia tiene España en el mundo actual?

Yo diría que la presencia e influencia de España en el mundo ha sufrido un cierto retroceso durante los últimos 6-7 años debido a dos factores: uno exógeno, que tiene que ver con la creciente complejidad del sistema internacional debido al avance de la globalización, el auge de los países emergentes y las dificultades que ha tenido la Unión Europea a la hora de dar respuesta a la crisis de la zona euro; y por otro lado, un factor endógeno crucial, como es la crisis económica iniciada en 2008, que ha impactado negativamente en la política exterior española. Como consecuencia de ambos factores, España ha perdido credibilidad, presencia y quizás ambición. Esto quizás no debiera sorprendernos, teniendo en cuenta que nos hemos enfrentado a la peor recesión de nuestra historia contemporánea, como resultado de la cual tanto la administración como el conjunto de la sociedad han tenido que reorientar sus recursos y esfuerzos hacia adentro, produciéndose cierto repliegue. Aunque también es cierto que muchas empresas han reaccionado a este reto saliendo fuera, exportando más que nunca, lo cual dice mucho de la resiliencia del país.

España parece no estar presente en una de las grandes crisis de la actualidad como es el drama de los refugiados, ¿qué papel debería jugar España en este tema?

En la crisis de los refugiados estamos casi totalmente ausentes porque sufrimos este fenómeno antes que nadie, lo manejamos como pudimos, mediante una regularización masiva de inmigrantes y taponando en la medida de lo posible la ruta de África occidental, abriendo embajadas en países de la zona donde no las teníamos, aumentando la ayuda al desarrollo y procurando fijar la población de los países emisores. En esa crisis estuvimos bastante solos, no recibimos casi nada de la solidaridad europea que ahora reclaman todos. En estos momentos, la crisis está lejos de España, en el otro extremo del Mediterráneo, y nosotros estamos relativamente tranquilos. De forma un poco egoísta y cortoplacista si se quiere, los españoles consideran que este no es un problema suyo ahora mismo. Una encuesta reciente del CIS revelaba que el porcentaje de españoles a quienes preocupaba la crisis de los refugiados era del 0%. La crisis de los refugiados no está en el radar de la sociedad española.

¿Pudimos aprender algo de nuestra crisis de refugiados?

En Europa existe la idea de que España representa una especie de modelo, pero yo sería muy cauto al respecto. España tiene un cierto know how en este ámbito, que podría compartir con otros países, y esto ya se está haciendo en alguna medida. Ahora bien, en estos momentos España no tiene un gran liderazgo en este tema, en parte debido al hecho de que el gobierno está en funciones, que no es un tema menor, pero también, como ya he dicho, porque no se tiene la sensación de que este sea un problema realmente nuestro. Además, seguramente hay quien piensa que la agenda española interna ya está suficientemente cargada como para añadirle otro elemento más.

¿Qué papel está jugando España en Siria? ¿Debería implicarse más en la lucha contra el terrorismo internacional para hacer frente a Daesh?

Nuestra acción sobre el terreno en Siria e Irak es bastante escasa, también debido en parte a la falta de recursos económicos y militares y de ambición política. Pero, al igual que sucede con el tema de los refugiados, en Europa sí se nos reconoce una cierta experiencia en el ámbito de la lucha antiterrorista. Por ejemplo, España se está especializando en temas como la prevención de la radicalización, y aunque no tenemos tantos ‘foreign fighters’ como otros países europeos, nuestras instituciones y expertos están muy activos en éste ámbito.

Los ataques de París y Bruselas fueron realizados por ciudadanos franceses y belgas, ¿podría llegar a reproducirse en España ese problema con las segundas y terceras generaciones como se produce en Francia o Bélgica?

Es algo que no podemos descartar. Tenemos dos millones de musulmanes en España, con índices de desempleo muy elevados. La islamofobia no es un problema social relevante ahora mismo pero yo no cantaría victoria todavía. Es verdad que España ha absorbido más inmigrantes per cápita que ningún país del mundo, salvo Estados Unidos, y es cierto también que no tenemos partidos xenófobos como Francia o Alemania, pero insisto, sería prematuro dar por superado este reto. Nuestros inmigrantes musulmanes son de primera generación, no son de segunda o tercera generación, por lo que no tenemos una situación comparable con la de Francia o Bélgica. Esto puede llevar a la autocomplacencia y a pensar que somos un país fantástico, donde la integración de los inmigrantes está totalmente resuelta. Me temo que sacar esa conclusión puede resultar peligroso, porque es demasiado pronto y no sabemos qué va a producirse con las generaciones venideras.

¿Qué papel juega o debería jugar España en el conflicto sirio?

En Siria se ha intentado identificar y establecer contactos con la parte más moderada de la oposición, algunos de cuyos dirigentes se han reunido en España. Pero no sabemos hasta qué punto son realmente representativos, y no resulta fácil influir en una situación tan compleja. En la esfera diplomática, España, a invitación de Rusia, se ha incorporado a un amplio grupo de países que buscan una salida negociada al conflicto, pero existen dudas sobre la eficacia de esta iniciativa. En el ámbito militar no se ha hecho nada, salvo enviar una batería de misiles Patriot a Turquía, porque el gobierno español se opone a una intervención militar.

¿Cuál puede ser la solución? ¿Al Asad?

Personalmente, no comparto la idea de que Bachar Al Asad sea parte de la solución, porque entiendo que es el origen del problema. El gobierno español hila muy fino, afirmando que Al Asad no es parte de la solución pero sí de la negociación, postura que confieso no ser capaz de comprender del todo. Sin embargo, reconozco que tienen cierta razón quienes dicen que si eliminamos a al Asad vamos a tener una situación como la de Irak tras la ocupación norteamericana en 2004. Creo que estamos siendo muy cortoplacistas si pensamos que Al Asad es la solución; no olvidemos nunca que ha provocado o tolerado la muerte de varios centenares de miles de compatriotas, y el éxodo masivo de muchos millones más. Sinceramente, creo que no va a ser fácil negociar algo útil con el régimen de al Asad.

Se han cumplido 30 años de la entrada de España en la Unión Europea, ¿qué balance se puede hacer?

Los aspectos positivos son evidentes: el PIB español se ha doblado en estos 30 años, y la transformación social y material de España es incuestionable. También parece indudable que nuestra pertenencia a la UE ha tenido mucho que ver en todo ello. El aspecto más negativo es que formamos parte de una zona euro de gobernanza muy compleja e incompleta, y hemos podido constatar que la UE no nos protege de los grandes shocks económicos. Ya nos sucedió en la crisis de 1992-1994, y nos ha vuelto a ocurrir con la crisis financiera de 2008. Sin embargo, creo que lo habríamos pasado mucho peor si hubiésemos estado fuera de la UE. La UE es la respuesta que nos hemos dado a los retos de la globalización, y es evidente que muchos piensan, y no sin razón, que últimamente no nos está protegiendo adecuadamente de algunas consecuencias no deseadas de la globalización. Pero la solución es más y mejor Europa, no menos. Y no está de menos recordar que fuera de la UE hace mucho frío.

Para concluir, ¿en qué temas y proyectos está trabajando el Instituto en este 2016? ¿Cuáles son las perspectivas a corto y medio plazo?

Ahora mismo estamos trabajando en la apertura de una oficina en Bruselas, que se producirá próximamente, no solo para tener más presencia ante la UE y la OTAN, sino también para permitirnos desarrollar uno de nuestros proyectos más ambiciosos, sobre «La presencia e influencia de España en la UE». Pretendemos conocer mejor cómo operan en Bruselas los principales actores españoles, tanto públicos como privados, para averiguar si han perdido influencia a la hora de impulsar sus agendas, para conocer hasta qué punto están coordinados, y para ver, por ejemplo, en qué medida las empresas y el gobierno van de la mano a la hora de defender sus intereses respectivos. En definitiva, queremos analizar cómo funciona todo ello, y como se definen y defienden los intereses de España en la UE.

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