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Stephen O’Brien, nuevo Coordinador de Ayuda de Emergencia de la ONU

DFID UK Department for , 2011. Stephen O'Brien.

El 1 de junio Stephen O’Brien se convirtió en el nuevo Secretario General Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia. Sucede así en el puesto a Valerie Amos, quien ha ocupado el cargo desde 2010, haciendo frente a severas crisis como Siria, Sudán del Sur o el Sahel, cuya respuesta humanitaria aún deberá ser afrontada por O’Brien.

Stephen O’Brien desempeñó el rol de Enviado y Representante Especial del Primer Ministro británico para el Sahel durante los años 2012-2015 y previamente había servido como Sub-Secretario de Estado para el Desarrollo Internacional. Así pues, aporta al puesto su experiencia en diplomacia multilateral e incidencia así como en la coordinación de acciones colectivas dentro de la comunidad humanitaria.

O’Brien se enfrenta a un panorama humanitario complejo, en el que persisten crisis prolongadas como el caso de Siria, el cuerno de África, el Sahel o Irak; con un aumento de las personas desplazadas internas, que ascienden a 38 millones y los refugiados, que alcanzan los 18,1; con un número creciente de desastres naturales que afectan a más de 100 millones de personas; y con una persistente violación del Derecho Internacional Humanitario, que dificulta la asistencia a las personas afectadas. Por otra parte, la financiación disponible para afrontar estas situaciones se está incrementando levemente, pero no es suficiente para llegar a todas las personas en riesgo humanitario. La Cumbre Humanitaria Mundial de 2016 será la primera gran oportunidad para el nuevo coordinador de dar un giro a la política humanitaria actual y de fortalecer el papel de OCHA.

Contexto humanitario actual

Las grandes crisis humanitarias: conflictos y desastres naturales

Uno de los grandes rasgos que definen en la actualidad las crisis humanitarias tiene que ver con su prolongación en el tiempo, lo que hace que los recursos a ellas destinadas siempre sean escasos. Además, los efectos del cambio climático, la degradación ambiental, la escasez de agua, el elevado crecimiento de la población y la rápida urbanización exacerban las graves consecuencias que ya de por sí generan los conflictos. No le va a faltar trabajo al nuevo Coordinador de Socorro de la ONU.

Los conflictos en Sudán del Sur, Sudán, República Centroafricana, Nigeria y la República Democrática del Congo (RDC), entre otros, tienen un gran impacto sobre las poblaciones, con un gran número de desplazados internos y refugiados. En República Centroafricana, la mitad de la población precisa de asistencia humanitaria. De los 38 millones de desplazados internos, 1,5 millones se hallan en Sudán del Sur, 2,5 millones en Sudán, debido al conflicto en Darfur, 1,1 millones en Somalia, 1,2 millones en Nigeria, 2,7 millones en la RDC, 4,3 millones en Irak, 800.000 personas en Afganistán, 1,6 millones en Pakistán y 7,6 millones en Siria. Además de África, la situación en muy complicada en Oriente Próximo. En Siria, a los millones de desplazados, se suman 3,7 millones de refugiados y 12,2 millones de personas que precisan de asistencia humanitaria, de los cuales 5 millones aproximadamente son de difícil acceso.

Los conflictos en Libia y Yemen están complicando aún más el escenario, provocando un incremento en el número de desplazados internos y refugiados, así como fomentando las migraciones a través del mar, que se están cobrando cuantiosas vidas humanas. En Palestina, 1.500 civiles perdieron la vida y más de 100.000 personas se quedaron sin hogar debido a los ataques israelíes. En Myanmar y Filipinas, decenas de miles de personas han sido desplazadas por la violencia entre los distintos grupos armados, al igual que en Afganistán. Finalmente, en Ucrania el enfrentamiento entre el gobierno y los separatistas ha provocado más de 4.700 víctimas mortales y 1,2 millones de personas desplazadas.

Los desastres naturales han causado en los últimos años los mayores efectos en el continente asiático. Sin embargo, gracias a las lecciones aprendidas de anteriores ocasiones, países como India y Filipinas han conseguido salvar numerosas vidas. Algunas de las zonas más afectadas a día de hoy son Vanuatu, debido al ciclón Pam, o Nepal, a causa de los terremotos del pasado mes de abril.

Son también de importancia algunas crisis endémicas, como las relacionadas con la inseguridad alimentaria. La zona del Sahel y el Cuerno de África son las más expuestas a este tipo de problemática. En Somalia, 1,1 millones de personas se encuentran en riesgo de inseguridad alimentaria debido a las sequías y las restricciones que el conflicto impone en la producción y el comercio de alimentos. En el Sahel son más de 20 millones de personas las que se encuentran en esta situación, cifra que se dispara hasta los 24 millones en la temporada de escasez. 5 millones de niños y niñas sufren de malnutrición aguda, de los cuales 1,5 malnutrición severa.

Asimismo, la epidemia de ébola desatada en 2014 en África Occidental persiste, pese a haber sido controlada en los países más afectados como Guinea, Sierra Leona y Liberia. La malnutrición y la inseguridad alimentaria se ven aumentadas por la epidemia. Otra crisis que persiste es la epidemia de cólera en Haití, desatada en 2010 y que aún no ha desaparecido, pese a haberse reducido los casos un 95%, contabilizándose 80.000.

Por último, pese a los altibajos en el proceso de paz, las consecuencias humanitarias del largo conflicto colombiano siguen siendo graves.

La eficacia y la financiación de la acción humanitaria

Para hacer frente a estas crisis prolongadas es necesario mejorar la eficacia de la ayuda que se dispensa. Para ello es necesario tener en cuenta las diversas necesidades, el contexto en el que se trabaja y las capacidades de respuesta con las que se cuenta. También es necesario tener en cuenta la perspectiva de cada actor. Unos priorizan la construcción de relaciones de confianza y las capacidades para prepararse y responder ante los desastres; otros hacen mayor hincapié en aspectos de la distribución como la eficiencia, la cobertura, la puntualidad y la relevancia; para otros se trata de mejorar la flexibilidad y la capacidad de alinear los servicios con las necesidades que presentan las comunidades locales.

Tres ideas se tornan clave en esta mejora de la eficacia: 1. Maximizar los recursos y la experiencia conectando de forma más previsible a los actores y sistemas que toman parte en la respuesta humanitaria; 2. El objetivo de los actores humanitarios internacionales debe ser complementar a los actores nacionales, no sustituirlos; 3. Los objetivos compartidos deben incluir una clara estrategia de salida, con puntos de referencia que marquen la retirada de las operaciones de asistencia.

La financiación va muy ligada a la mejora de la eficacia de la ayuda. En 2014 se logró el récord anual con 479 millones de dólares de contribución para el Fondo Central de Respuesta a Emergencia. Por su parte, los Fondos Mancomunados por Países, presentes en 17 Estados, fueron asignados 453 millones de dólares para acción humanitaria. Sin embargo, el problema no reside en la cantidad de recursos sino en cómo son distribuidos, priorizando los recursos disponibles para las emergencias más urgentes y fortaleciendo las conexiones con mecanismos de financiación del desarrollo para ayudar a construir la resiliencia de las poblaciones antes, durante y después de las crisis. También es necesaria una mayor flexibilidad, que permita abordar los distintos tipos de crisis de distintas maneras, cambiando los actuales planes de un año de duración por otros más largos, en los que ayuda humanitaria y ayuda al desarrollo se complementen a la hora de construir las capacidades locales para afrontar crisis recurrentes.

Protección de las personas en conflicto

Otro punto clave en el panorama actual de la ayuda humanitaria está relacionado con la protección de las personas afectadas por los conflictos. Las continuas violaciones del Derecho Internacional Humanitario (DIH) por todas las partes en conflicto dificultan enormemente la distribución de la ayuda y la protección a las víctimas. Además, en numerosas ocasiones, los bandos enfrentados niegan el acceso a las diversas organizaciones de asistencia. No hay que olvidar que el acceso a las personas que precisan asistencia es un prerrequisito para la acción humanitaria y un derecho establecido en el DIH. Por otro lado, esta asistencia debe cumplir con los principios humanitarios de humanidad, neutralidad, imparcialidad e independencia, claves para su percepción positiva por parte de los bandos en conflicto. Unido a esto, la protección de los trabajadores humanitarios es fundamental. Muchos trabajadores humanitarios sufren violencia en forma de secuestros, heridas de gravedad o asesinato. Esto tiene repercusiones negativas respecto de la población, ya que muchas organizaciones se ven obligadas a retirarse del escenario de conflicto, dejando a la población necesitada aún más desamparada.

Por otro lado, el fenómeno de las personas desplazadas internas está adquiriendo cada vez mayores dimensiones, con 38 millones de personas en el año 2014. Los conflictos y desastres naturales generan este desplazamiento que, a su vez, recrudece la situación de estas personas, especialmente de mujeres y niños y niñas, que conforman el grueso de los internamente desplazados. Muy ligado a esto se halla la expansión de la violencia sexual, no limitada sólo a escenarios de conflicto, sino también en los campamentos de refugiados o el uso que de ella hacen actores como Estado Islámico. Atender este fenómeno es fundamental habida cuenta de que en las mujeres reside gran parte de la capacidad reconstructora de estas sociedades. La violencia sexual mina las capacidades de reconstrucción y desarrollo de las comunidades. La concentración de desplazados y refugiados en áreas urbanas puede poner al límite los recursos municipales, afectando a la situación de la población local. Por ello es fundamental que la acción humanitaria en áreas urbanas trabaje en estrecha coordinación con las autoridades locales de forma que los recursos sean distribuidos lo mejor posible, atendiendo a las necesidades de todos y generando resiliencia urbana.

Retos de futuro

Algunos de los puntos clave a los que se enfrentará el nuevo coordinador son los siguientes:

1. Llevar la Cumbre Humanitaria Mundial a buen puerto

La Cumbre Humanitaria Mundial se celebrará en Estambul los días 26 y 27 de mayo de 2016. Será una gran oportunidad para establecer una agenda más enfocada a salvar vidas humanas y defender la dignidad humana en los conflictos y desastres. La cumbre se ha organizado a través de ocho grupos regionales, conformados por actores relevantes de cada una de las regiones. Además, se han establecido cuatro grupos temáticos en torno a los cuales giran los ejes de la cumbre: eficacia de la ayuda humanitaria, reducción de la vulnerabilidad y gestión del riesgo, transformación a través de la innovación y atender las necesidades de las personas en conflicto. O’Brien tendrá un papel clave en hacer que las propuestas de la Cumbre sean transformadas en objetivos concretos que los países miembros se comprometan a cumplir.

2. Progresar en la coordinación de la ayuda humanitaria

– Reformar el Comité Permanente Interagencial (IASC): este organismo ha perdido gran parte de su importancia y utilidad. La acción humanitaria debe ser una empresa global, aspecto reflejado en la composición de sus miembros, liderazgo, instrumentos políticos, valores y distribución del trabajo. Para que esto se cumpla, O’Brien deberá reestructurar este Comité, salvando los déficits de confianza y las divisiones entres sus miembros y rediseñarlo de manera que dé respuesta a su función primaria, esto es, un mecanismo para la coordinación global y el establecimiento de políticas globales para la acción humanitaria.

Reestructurar la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA): a día de hoy, OCHA cuenta con 2.100 empleados en 50 países y un presupuesto de 323 millones de dólares. Como consecuencia, la organización se ha inflado y ha perdido el foco, buscando hacer frente cada vez a una mayor lista de demandas y distraída por las agendas y los intereses individuales de algunos actores. Reestructurar la organización significa alinear sus actividades en torno a su propósito original; esto es, coordinación operacional, política de desarrollo, incidencia, manejo de la información y financiación y restaurar un sentido de propósito común y disciplina organizacional.

Mejorar el tratamiento de la información, contando con fuentes de datos fiables y promover la puesta en común de los diversos datos existentes.

– Asociaciones efectivas y complementariedad entre actores: promover el trabajo con todos los actores clave en cada escenario, tanto a nivel local, nacional, regional e internacional, tanto públicos como privados, fomentando así la complementariedad entre las diversas capacidades, recursos y experiencias de cada uno de ellos. Además, es importante aumentar las capacidades de los recursos humanos con los que se cuenta, invirtiendo en su formación y capacitación.

3. Mejorar la rendición de cuentas

Desde su puesto de coordinador, O’Brien se encuentra en una posición inmejorable para articular las demandas respecto a la indiferencia e impunidad con la que muchos gobiernos tratan a la población civil en las crisis y denunciar estas violaciones del DIH que reseñábamos anteriormente (véase «Protección de las personas en conflicto»). Para ello cuenta con el apoyo del sistema internacional, Naciones Unidas y los países miembros. También deberá explorar reformas que puedan ayudar a que las partes en conflicto participen en las soluciones políticas a los mismos, que son la verdadera llave de salida y no delegar responsabilidades en el humanitarismo, perpetuando de esta forma el sufrimiento de la gente.

4. Promover una mayor vinculación entre emergencia y desarrollo

Como se indica más arriba, el diseño de la acción humanitaria a corto plazo y centrado en la urgencia no permite afrontar graves crisis prolongadas como la RDC, Somalia, y otras antes ya mencionadas (véase «Las grandes crisis humanitarias: conflictos y desastres naturales»). Para poder dar una solución verdadera a las mismas es necesario adoptar un enfoque conjunto con las políticas de desarrollo. Ello permitiría contar con fondos a largo plazo y mayores capacidades de actuación, con una mayor previsión de los proyectos a llevar a cabo. O’Brien deberá coordinar conjuntamente al sector del desarrollo, incluidos los países receptores, los donantes y las agencias y ONG. Los límites de la acción humanitaria pueden ser complementados con este enfoque más de conjunto y una compenetración entre las dos aproximaciones que redunde en beneficio de aquellos que necesitan asistencia.

Un enfoque basado en gestión y reducción del riesgo, que permite salvar vidas y evitar crisis futuras, especialmente en crisis prolongadas, sería un buen punto para empezar. Dos grandes cambios sistémicos son necesarios: el primero es la necesidad de establecer planes plurianuales de al menos entre tres y cinco años que vayan más allá del marco de desarrollo de Naciones Unidas, integrando a todos los actores implicados en esta política; el segundo es que la financiación a corto plazo y de emergencia de la ayuda humanitaria es un obstáculo para lograr estos planes plurianuales. Para ello, es necesario repensar las herramientas para afrontar las crisis e integrar las recomendaciones de la Declaración y Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015-2030.

La situación a la que se enfrenta Stephen O’Brien no es sencilla. Los obstáculos, como hemos podido ver, son numerosos. Sin embargo, las capacidades y herramientas también están ahí. Su trabajo consistirá en traer a la mesa a todos aquellos interesados en la mejora de la acción humanitaria, el incremento de los fondos destinados a la misma, su adecuada distribución y el promover estrategias de cooperación con el sector del desarrollo que redunden en una mayor construcción de capacidades y de resiliencia en las poblaciones afectadas.

Fuentes:

Comité Económico y Social de la Asamblea General de Naciones Unidas: Informe del Secretario General: Fortaleciendo la coordinación de la asistencia humanitaria de emergencia de Naciones Unidas. Junio 2015.

Christina Bennett, (26/05/2015): «Dear Mr. O’Brien: a letter of advice to the UN’s new Emergency Relief Coordinator». Humanitarian Practice Network Blogs.

Relief Web, (01/06/2015): «Stephen O’Brien takes up the role of UN Humanitarian Chief [EN/AR]«.

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