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EE UU vuelve a las andadas en Irak

Para El País

El escenario bélico iraquí vuelve a reunir a viejos conocidos. Por si no fuera suficiente el Estado Islámico (EI) —ahora como aspirante al liderazgo de Al Qaeda y del islam—, enfrentado a las desmotivadas fuerzas armadas iraquíes y a los orgullosos peshmergas kurdos, también Washington regresa a la «guerra equivocada» (el entonces senador Obama dixit). Menos visibles, pero igualmente implicados están Arabia Saudí— a punto de quemarse en su propio fuego, por alimentar a un EI que pronto puede volverse en su contra —e Irán, firmemente dispuesto a consolidar el dominio chií en su vecindad—, sin olvidar incluso a los milicianos kurdos sirios de las Unidades de Protección Popular, al lado de los peshmergas.

Sabido es que ni la desventura estadounidense iniciada en 2003 ni la nefasta gestión de Nuri al Maliki han resuelto los problemas estructurales del país (añadiendo otros con sus errores). Pero eso no significa que Irak ya es un Estado desintegrado. Por un lado, recordemos que la vida (siempre complicada) sigue al sur de la capital, con Basora como principal referencia del auge en la producción petrolífera (rondando los 3,7 millones de barriles al día). Por otro, ajustemos el visor para entender que el núcleo central de la violencia se concentra actualmente en la zona de preponderancia suní, entre Bagdad y el Kurdistán iraquí, y más especialmente a lo largo de los 1.000 kilómetros que van desde la frontera siria a la iraní.

Es allí donde arrecia el pulso violento del EI, aprovechando los notables problemas de Al Maliki para hacerse con un improbable tercer mandato y las fobias generadas por su autoritaria y discriminadora gestión entre gran número de suníes y kurdos. En términos militares la situación es muy fluida, con continuos avances y retrocesos, sin que sea posible determinar a corto plazo hacia qué lado se está inclinando la balanza. Es mucho más sencillo aventurarse a pronosticar que a largo plazo el califato yihadista es insostenible, aunque solo sea porque ni parece previsible que los suníes acepten pasivamente su rigorismo, ni, sobre todo, que el EI tenga medios suficientes para controlar un territorio que teóricamente comprende buena parte de Siria y al menos las provincias iraquíes de Nínive, Al Anbar, Saladino y Diyala.

A corto plazo es verdad que el EI ha logrado tomar Sinjar (en la frontera siria) y se encuentra a unos 50 kilómetros de Erbil, la capital kurda iraquí. Sin embargo, esta situación no responde tanto a su maestría táctica como al redespliegue que los peshmergas están efectuando para asegurar posiciones más relevantes, mientras ceden en zonas que solo muy recientemente habían controlado (aprovechando la retirada de las fuerzas leales a Bagdad). Dicho de otro modo, no estamos ante combates victoriosos del EI, sino más bien ante los últimos movimientos que preceden a la contraofensiva gubernamental.

Y es que, como demuestra la primera acción de bombardeo aéreo estadounidense en apoyo a los peshmergas, estamos ya ante una inminente campaña en la que, con intereses muy distintos, confluye tanto Irán como EE UU, apoyando a las tropas nacionales y a los peshmergas (que ya colaboran entre sí, sin que se sepa todavía el precio pagado por Bagdad) para revertir la situación cuanto antes. El EI ha aprovechado hasta ahora un relativo vacío de poder, explotando magníficamente su imagen violenta para vaciar localidades y paralizar momentáneamente a sus enemigos. Pero ahora tendrá que hacer frente a una combinación de fuerzas que supera con mucho sus capacidades. Eso no significa que vaya a ser derrotado mañana, ni mucho menos que Irak vaya a salir mejor de este reto.

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