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Actualidad | Artículos propios

Las encrucijadas colombianas

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El empate técnico que dan todas las encuestas entre los dos candidatos a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales colombianas, hace que las dos semanas que restan hasta el día de las elecciones vayan a ser de una gran intensidad y previsible tensión. Porque mucho más allá de la continuidad o el cambio en la Presidencia de la República colombiana, lo que está en juego es la posibilidad o no de avanzar en un proceso de paz que ha hecho concebir esperanzas reales dentro del país y en la comunidad internacional. Y por mucho que el candidato Zuluaga hable ahora de que no suspendería los diálogos de paz y que los continuaría con ciertas condiciones, este cambio –motivado por la negociación del apoyo del Partido Conservador- resulta poco creíble y abre muchas más ambigüedades y dudas que certezas.

Un proceso de paz bien concebido y muy mal presentado a la población

Hace ahora un año, cuando estábamos realizando una investigación sobre el impacto humanitario que pudieran tener los recién empezados diálogos de paz en La Habana, en una de las entrevistas con representantes del Secretariado Nacional de Pastoral Social, su director, Monseñor Héctor Fabio Henao nos manifestaba su preocupación por lo mal que se estaba trasmitiendo a la opinión pública colombiana el resultado de las conversaciones y la confusión que ello estaba generando en el país. Y, por tanto, el escaso apoyo que el proceso de paz suscitaba. Desde aquella fecha, parecía que tanto el gobierno como las FARC se habían hecho conscientes de ese tema y las encuestas empezaron a dar resultados algo más alentadores, que se han derrumbado en las últimas semanas con los resultados de la primera vuelta electoral y el fuerte apoyo al candidato uribista Oscar Iván Zuluaga.

El que se haya podido llegar a acuerdos en los tres primeros temas de la agenda, incluido el espinoso tema de los cultivos ilícitos es algo de enorme trascendencia que ha sido, sin embargo, trasmitido al país como si de un trámite se tratara, no generando, por tanto, la más mínima pasión ni suscitando credibilidad. Como decíamos en nuestra investigación hace un año, ni el gobierno colombiano ni las FARC han sido conscientes de lo contradictorio, por no decir esquizofrénico, que resulta querer convencer de avances en los diálogos mientras, simultáneamente se informa de combates, bajas producidas al enemigo, violencia creciente en ciertas zonas del país y cuestiones similares. Estas situaciones, que eran previsibles al tomar la decisión, legítima pero arriesgada, de negociar en medio del conflicto, han sido aprovechadas por el candidato uribista para sintonizar con numerosos sectores de la población colombiana.

Las cuestiones humanitarias en la palestra

En ese contexto, y aunque tenga mucho de oportunismo político, resulta comprensible que el candidato Zuluaga y el Partido Conservador hayan incluido entre las condiciones para continuar los diálogos en La Habana las cuestiones humanitarias: «Terminar de inmediato con el reclutamiento de menores; acabar la colocación de minas antipersonales y entregar al Gobierno los mapas de campos minados para iniciar definitivamente el desminado; poner fin a los atentados terroristas contra la población; terminar los crímenes de guerra, y suspender los atentados contra la infraestructura» se dice textualmente en el acuerdo firmado por la excandidata presidencial conservadora Marta Lucía Ramírez y Oscar Iván Zuluaga. Muchas de estas cuestiones ya habían sido propuestas por organizaciones humanitarias, por ciertos sectores políticos del país y por nosotros mismos hace ya tiempo con escaso éxito, y resulta cuando menos sorprendente que sean sectores que se han opuesto al proceso de paz quienes las abanderen ahora. Y resulta más sorprendente aún que sectores que han mostrado un abierto desprecio hacia la acción humanitaria traten de vincularse a ella ahora y utilizarla a favor de sus intereses y como legitimadora de sus posiciones. En cualquier caso, estas propuestas de mínimos vuelven a situar en la agenda la preocupación humanitaria y el presidente y candidato Santos y las propias FARC deberían responder adecuadamente a ello. Y ello podría ser beneficioso para el propio proceso de paz.

Lo que está en juego es la paz

Nadie en su sano juicio podría haber previsto hace apenas un mes que a falta de dos semanas para la segunda y definitiva vuelta electoral la situación iba a ser ésta. Pero, por diversos motivos que tiempo habrá para estudiar, hasta aquí se ha llegado y ahora es tiempo de decisión y el margen de maniobra es poco. O se vota por apoyar el proceso de paz en La Habana con la confianza en que eso pueda conducir a un acuerdo de paz con las FARC y deseablemente el ELN de un modo más o menos previsible, o se vota por una concepción guerrerista de la salida al largo conflicto armado colombiano, que utiliza la retórica humanitaria como mero reclamo y que, por tanto, no resulta creíble.

Muchos sectores de la sociedad colombiana parecen haber entendido la magnitud del reto y el apoyo de numerosos intelectuales, el Partido Verde, la Unión Patriótica y muchos sectores del Polo Democrático hacia Santos se está movilizando, pese a que han sido siempre colectivos muy críticos con sus políticas. Y también Zuluaga está consiguiendo adhesiones. Los días próximos serán claves por ambos candidatos en la consecución de apoyos. Pero mucho más importante que eso es el poder trasmitir a los numerosos colombianos y colombianas que se abstuvieron en la primera vuelta electoral de la magnitud del reto y de su importancia para el futuro. Lo que está en juego es la paz y el camino más sensato hoy es el apoyo al proceso de La Habana y por tanto a Santos.

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