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No olvidemos Filipinas

haiyan

El 2 de junio de 1899 finalizó el asedio a la iglesia de Baler, donde los últimos soldados españoles defendían los restos de un descompuesto imperio, en unas lejanas islas bautizadas en honor a Felipe II. El gobierno colonial español rindió sus armas a los rebeldes filipinos en la isla de Luzón- llamada Nueva Castilla-, en los albores del siglo XX, dejando la Capitanía General de Filipinas (después llamada Diputación Provincial de las Islas Filipinas) en manos estadounidenses.

Hoy, más al sur, en la región de las Bisayas Orientales, la ciudad de Tacloban ha cristalizado en ejemplo de la devastación que el tifón Haiyan- denominado Yolanda en las islas- ha dejado a su paso. Igualmente, las regiones de las Bisayas Occidentales, Bisayas Centrales, Mimaro y la región de Bicolandia- cuya capital es la ciudad de Legazpi, en honor al conquistador Miguel López de Legazpi- han sufrido con severidad las consecuencias.

En tiempos de Legazpi y durante varios siglos, Filipinas perteneció al Virreinato de la Nueva España, con su capital en México. Desde allí, la ruta comercial llamada «Galeón de Manila» conectaba las colonias americanas con las posesiones españoles en Asia, llevando oro y plata desde América hacia el Oriente a cambio de las apreciadas especias y la seda. Posteriormente, la apertura del Canal de Suez favoreció el comercio con la provincia y Barcelona se convirtió en el principal puerto de origen y destino de productos filipinos, que se producían en las encomiendas otorgadas en las islas, muchas de las cuales pertenecían al clero. El archipiélago se convirtió en una fuente de riqueza y esperanza para una metrópoli en decadencia, con un siglo XX que se antojaba próspero e impredecible. Sin embargo, las ambiciones estadounidenses en la zona y la siempre presente torpeza de los dirigentes españoles, entre otros factores, dinamitaron la soberanía española sobre Manila, aunque su influencia aún hoy se deja sentir; al menos en los dialectos chabacanos de Luzón y Mindanao.

Según datos de la Oficina de Naciones Unidas para Asuntos Humanitarios (OCHA), en torno a 11.300.000 personas han sido afectadas por el tifón que cruzó el territorio filipino de este a oeste en la mañana del 8 de noviembre, con vientos de más de 230 Km/hora. Unas 670.000 han sido desplazadas de sus hogares, de las cuales casi la mitad no cuentan con asistencia por parte de las organizaciones humanitarias. Unas 41.000 viviendas han sido igualmente afectadas, de las cuales más del 50% han quedado completamente destruidas, y en ciudades como Busuanga, localizada en la región de Mimaro- antaño provincia de Castilla-, el suministro de agua corriente ha sido seriamente afectado y apenas quedan reservas para un par de días.

Los datos del filipino NDRRMC (National Disaster Risk Deduction and Management Council) son de igual forma contundentes y revelan que, a día de hoy, más de 1.800 personas han fallecido y decenas de miles están heridas o desaparecidas. Así mismo, 41 provincias, en ocho regiones, están afectadas por el paso del tifón, de las cuales Samar, Leyte, Cebú, Iloílo, Capiz, Aklan y Palawan han sufrido con mayor virulencia las consecuencias. Las necesidades inmediatas se centran en la alimentación y el refugio, aunque el agua y saneamiento, la asistencia sanitaria o la educación son necesidades de igual forma importantes.

A día de hoy, 1.217 centros de evacuación prestan asistencia a los afectados, según OCHA, que estima en 301 millones de dólares los fondos necesarios para hacer frente a las necesidades inmediatas. Dicha respuesta sería coordinada por el NDRRMC, con capacidad para la respuesta ante los desastres, por lo que de su eficacia y del apoyo que reciban dependerá la mejora de las condiciones de los afectados y, en último término, su supervivencia. Por ello, se torna esencial que el apoyo a los diferentes llamamientos sea atendido y se materialice de manera rápida y eficaz la respuesta humanitaria ante la colosal crisis humanitaria que afronta Filipinas.

Tratando de no caer en sentimentalismos y apelando, sin ser una condición necesaria, a nuestra huella en el archipiélago- no siempre cordial y a ratos cruel- la respuesta española ante la actual crisis humanitaria debería ser proporcional, al menos, a dicha huella. Nunca podremos compensar la represión de los militares y de las órdenes religiosas sobre la población, o el atroz fusilamiento del médico y escritor José Rizal en 1896, pero con nuestro apoyo económico y acción humanitaria, quizás evoquemos a los filipinos el recuerdo de un puñado de buenos españoles que sin duda allá vivieron.

En el siguiente enlace pueden contactar con las ONG españolas que trabajan en Filipinas y hacer una aportación:

http://www.canalsolidario.org/noticia/tifon-en-filipinas-todas-las-ong-que-estan-ayudando/33460

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