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Un acuerdo pendiente de varios hilos

Para El País

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La coincidencia de todos los ministros de exteriores del 5+1 en Ginebra solo puede entenderse como señal de que hay una firme voluntad global por llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní, aunque haya que esperar unos días más. Tanto si solo se logra fijar un marco general de principios (que establezca los términos de la negociación técnica posterior) como si se alcanza de un solo paso un acuerdo detallado (más improbable), Teherán está a punto de rentabilizar el esfuerzo dedicado a un programa nuclear que ha entendido sobre todo como una poderosa baza de negociación. Es cierto que solo la presión de las sanciones le ha llevado a abandonar su tradicional juego para ganar tiempo, obligándole a ofrecer algo sustancial que satisfaga a quienes lo perciben como una amenaza. Pero también lo es que, aún así, ha logrado hacerse con unas 19.000 centrifugadoras, unos 6.600 kilos de uranio enriquecido al 5% y otros 200 al 20% (además de una considerable capacidad misilística).

Nadie puede hoy cantar victoria, pero es Irán quien está más cerca de ver garantizada la supervivencia del régimen y reconocido su liderazgo regional. Además de quienes en el país sueñan con la caída del régimen, son muchos otros los que visibilizan abiertamente su descontento. Así, Arabia Saudí deja saber que podría estar pensando en hacerse con cabezas nucleares paquistaníes (contando con que ha financiado buena parte de esos sistemas) en un intento por frenar a Washington, asustándolo con activar las tentaciones de proliferación nuclear en la región. Con el trasfondo de Turquía, Egipto y otros países del Golfo amenazando con entrar en esa carrera, es Israel quien se muestra más opuesto al acuerdo (movilizando su enorme capacidad de influencia sobre el debilitado Obama), lo que podría desembocar en una insólita alianza informal con Riad contra el enemigo común.

Además de la dificultad para encajar todos esos hilos de intereses múltiples, lo fundamental para valorar un posible acuerdo se resume en lograr que Teherán abra totalmente la puerta a la AIEA para verificar la suspensión de toda actividad asociada a un programa nuclear militar, aceptando el Protocolo Adicional del TNP. Los puntos centrales del trato deben determinar cuántas centrifugadoras se eliminan (teniendo en cuenta que para su única central de Bushehr ya Moscú suministra el combustible necesario), el futuro de las plantas de enriquecimiento de Natanz y Fordo (contando con que Irán retendrá su derecho a seguir haciéndolo, tal como le reconoce el TNP) y la detención de la obras de construcción de la planta de agua pesada de Arak (susceptible de producir plutonio como vía paralela para dotarse de armas nucleares). Asimismo, es vital fijar qué se hace con el uranio ya enriquecido al 20% (sin que Teherán parezca dispuesto a aceptar su traslado fuera del país). En contrapartida, cabe suponer que Irán también aceptará paralizar momentáneamente el enriquecimiento de uranio a cambio de ver aliviado al menos parcialmente el régimen de sanciones. Lo necesita para poder salir de la actual crisis. Así sea.

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