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La desregularización financiera y el juego especulativo en la nueva crisis alimentaria mundial

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Tanto en la nueva crisis alimentaria como durante la crisis anterior de los años 2007 y 2008, los precios de ciertos alimentos y materias primas a granel subieron de manera muy irregular, alcanzando niveles históricos y golpeando duramente a países en desarrollo con importante necesidad de importación. Si bien en la crisis pasada, los precios cayeron -por lo general- poco después, de manera trepidante, en muchos países en desarrollo no fue así. Por el contrario, se estancaron en niveles peligrosamente altos e incluso en algunos continuaron creciendo por un tiempo prolongado.

Las causas más importantes del incremento de los precios son: una mayor demanda, debido al crecimiento demográfico y a la mayor riqueza de países de gran importancia demográfica como China e India; una menor oferta, como consecuencia de la falta de apoyo al sector agropecuario por parte de muchos países en desarrollo en las últimas décadas, al destino de tierras de cultivo para la elaboración de biocombustibles y otros productos no alimenticios, así como también a los efectos nocivos del cambio climático. A esto hay que añadir, en todo caso, una causa aún más relevante, sin la cual no se puede explicar la volatilidad de los precios en julio de 2010 como un mero resultado del modelo de la oferta y la demanda. Una volatilidad extrema como ésa (desde entonces, el precio del trigo se ha incrementado en un 84%), solo puede ser el resultado de una fuerte actividad especulativa en el sector.

Sin intentar subestimar en absoluto las otras causas, este análisis tiene como objetivo esclarecer el rol que juega la desregularización financiera y, sobre todo, la actividad especulativa en la volatilidad de los precios de los alimentos y, por lo tanto, en la crisis alimentaria mundial.

Para empezar, el término «especulación», se refiere en la economía al conjunto de operaciones comerciales que tienen como objetivo el beneficio económico basado en las fluctuaciones de los precios. No obstante, a diferencia de una simple inversión, la actividad especulativa no contrae ningún tipo de compromiso con la gestión de los bienes en los que se invierte, si no que sólo se limita al movimiento de capitales. Se trata, en consecuencia, de una desviación del sentido original de los mercados y contratos de futuros.

Los llamados hedgers son aquellos actores que compran y venden los llamados contratos de futuros (contratos que implican la entrega de un bien específico por parte de un vendedor a un comprador a un precio acordado en un momento fijado en el futuro) para compensar los riesgos del curso normal de los negocios. El mercado de futuros de trigo, por ejemplo, permite al productor agropecuario vender trigo en un futuro a un precio acordado con anterioridad y así eliminar un elemento importante de riesgo de su negocio: la incertidumbre sobre el precio de venta. El productor agropecuario vende una cantidad de trigo que todavía no cultivó y el comprador, por ejemplo una industria alimentaria, compra el trigo que todavía no le fue entregado. El primero limita su riesgo, ya que anula la posibilidad de obtener pocas ganancias con una mala cosecha. El segundo también, porque elimina la posibilidad de que los precios de mercado del trigo puedan subir más adelante, en el momento de la compra. En resumen, la actividad de ambos actores sirve para reducir la volatilidad del mercado y para limitar los riesgos inherentes a su negocio.

Por el contrario, en el juego especulativo, intervienen actores que compran y venden a futuro basándose en sus expectativas sobre el precio y que tienen como objetivo el beneficio económico en un lapso breve, sin utilizar ni poseer en ningún momento el producto en cuestión. Dependiendo de sus previsiones, compran o venden a futuro y si el precio de mercado es distinto al de futuro y su pronóstico fue el adecuado, el especulador habrá hecho una importante ganancia de corto plazo. Siguiendo con el ejemplo, el especulador compra trigo a futuro y, sin que éste cambie de manos en ningún momento, lo vende de nuevo a futuro con el fin de obtener una ganancia.

La actividad especulativa termina teniendo efectos nefastos para los mercados, ya que por sí misma puede provocar que los precios suban o bajen por encima de su valor real. Esto se debe sencillamente a que dichos precios suben porque la demanda se incrementa de manera artificial. El interés de los especuladores, con gran poder de compra, por el trigo aumenta su precio y con cada compra/venta especulativa a otros actores especulativos, éste sigue aumentando. Recordemos que el producto no ha cambiado de manos: otros agentes especulativos compran simplemente el producto, a futuro, para venderlo enseguida y cobrar beneficios. Por más que suba el precio, ellos saben que siempre podrán venderlo, ya que se trata de bienes imprescindibles para la supervivencia de millones de personas.

Este juego conlleva que los precios suban desproporcionadamente por encima del valor subyacente de la mercancía, creando un bucle o burbuja económica, que se ve frecuentemente acompañada de un «reventar»: un periodo de venta especulativa en el que los precios caen de forma dramática. En la crisis alimentaria pasada se pudo ver éste episodio claramente en julio de 2008.

Por desgracia, los especuladores están a veces fuertemente entrelazados con los hedgers. Por eso, si no hubiera especuladores en los mercados financieros, los desajustes entre oferta y demanda serían mayores, habría escasez temporal de ciertos bienes y aumentarían los precios. No obstante, los efectos negativos de la compra y venta especulativa repercuten en mucha mayor medida, debido a que en el mundo en general, pero especialmente en los Estados Unidos (EE UU), las posibilidades de especulación financiera en los mercados han aumentado de forma considerable en la última década: Las políticas neoliberales fomentaron una fuerte desregularización financiera, que facilita sobremanera la entrada de nuevos actores financieros en el negocio de commodities y alimentos. Por ejemplo, la Commodity Futures Modernization Act del año 2000 en EE UU permitió que actores que nunca habían negociado con ellas, ingresaran en el mercado de futuro de commodities y manipularan libremente la oferta y la demanda sin ningún tipo de regulación. Como si fuera un mercado cualquiera. Como si la subsistencia de miles de millones de personas, no dependieran de su estabilidad.

La llegada de inversores importantes, como fondos de inversión libre o bancos, hizo que se desarrollaran en el mercado de commodities las tendencias de otros mercados financieros: grupos pequeños de grandes actores que, actuando de forma conjunta, controlan a voluntad el comportamiento del mercado y los precios. Las consecuencias para los pequeños agricultores de países en desarrollo, que dependen en gran medida del exterior, están siendo nefastas. El juego especulativo de demanda artificial envía mensajes engañosos, confundiendo a los agricultores y ocasionando fases de sub- y sobreproducción, que acaban dejando a muchos en la ruina. Los consumidores, a su vez, ven como los precios del mercado nacional se disparan y, en muchas ocasiones, ya no vuelven a bajar. En países en desarrollo, dónde la mayoría de la población gasta más de la mitad de la renta familiar en alimentación, esto se traduce en una alarmante extensión del hambre y la pobreza.

¿Cómo se puede contrarrestar ese juego especulativo? La mejor opción, son las llamadas políticas fiscales contracíclicas, mediante las cuales el Estado interviene para mantener la estabilidad de los precios y crea reservas propias de alimentos, que le permitan una mayor independencia de los mercados internacionales. Éstas medidas requieren, sin embargo, importantes recursos fiscales, lo que deja a la gran mayoría de países en desarrollo con importantes déficits y casi nulo margen de acción.

Por suerte o por desgracia –dependiendo de por dónde se mire-, la crisis de alimentos no está basada en una incapacidad para satisfacer la demanda mundial de alimentos, si no en la falta de voluntad política para solucionarla. Dentro de esta responsabilidad- en cierto modo compartida por todos, pero especialmente por aquellos que tendrían la capacidad de cambiar el rumbo- se encuentra un grupo de actores financieros que manipulan los mercados internacionales de alimentos para enriquecerse de forma desmedida y exagerada, a costa de las poblaciones más pobres y necesitadas del mundo.

Una mejora de esta situación requiere la superación de dos problemas: Por un lado, la dependencia de muchos países en desarrollo del mercado internacional para la obtención de alimentos básicos, sin los cuales su población no puede subsistir. Por el otro, la inutilidad de un mercado de productos existenciales que permite la intrusión de agentes manipuladores que lo pervierten.

Para atender al primer problema es necesario que los países en desarrollo adquieran una mínima independencia, de manera que puedan satisfacer las necesidades alimenticias básicas de su población durante periodos de gran volatilidad de los mercados internacionales. Para ello es indispensable una fuerte intervención estatal que proteja, fortalezca, impulse y sostenga la agricultura nacional. Ésta fue la política escogida por China para superar, sin grandes apuros, la crisis alimentaria de 2007 y 2008. Es cierto, sin embargo, que la falta de recursos fiscales de la gran mayoría de países en desarrollo complica mucho la situación y hace imprescindible una acción conjunta a través de convenios y grupos regionales. En esos casos, convendría hacer intervenciones organizadas, crear reservas estratégicas de alimentos e intentar estabilizar de forma conjunta los precios del mercado internacional.

En cuanto al segundo problema, se tiene que solucionar con una acción internacional conjunta, pero liderada por los países ricos, que dé marcha atrás a la desregularización del mercado de commodities o, al menos, de alimentos y otros bienes existenciales. Es imprescindible que se vuelvan a instalar controles a las finanzas, que no permitan que mercados tan sensibles e indispensables queden sometidos a la especulación global. Aquí cabe mencionar la preocupación del presidente francés Nicolas Sarkozy, entre otros líderes mundiales, que ha puesto sobre la mesa del G8, G20 y del Consejo de Seguridad de la ONU una iniciativa para regularizar el mercado de futuros y evitar que en los mercados internacionales se pueda especular con ciertos productos alimentarios básicos. ¿Cómo es posible –preguntaba Sarkozy- que un solo especulador pueda adquirir, en una única operación, el 15% de la producción mundial de cacao, para después revenderla enseguida, sin pagar un solo centavo?.

En conclusión, el mercado de alimentos tiene que ser para actores comerciales y no para actores financieros. Para hedgers y no para especuladores. Para alimentar y no para adinerar. Para dejarlo claro: «con la comida no se juega».

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