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La Lucha por el poder en Costa de Marfil

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Fuente foto: http://anasalva.wordpress.com/

En Noviembre de 2010 la Comisión Electoral de Costa de Marfil declaró a Alassane Ouattara vencedor en las elecciones presidenciales entonces celebradas. La Corte Suprema de Justicia, sin embargo, declaró nulos esos resultados y consideró vencedor en los comicios a Laurent Gbagbo, Jefe de Estado de Costa de Marfil desde 2000. Dicha decisión, tras diversos titubeos, fue cuestionada por la comunidad internacional que mostró su apoyo a Outtara.

Desde entonces ambos candidatos están atrincherados en Abiyán, capital económica del país, donde libran una sangrienta lucha por el poder que ha cobrado la vida de al menos 1500 personas, y más de un millón de desplazados. Ouattara vive en un hotel, protegido por un centenar de soldados de la ONU bajo constante fuego hostil. Gbagbo se ha mantenido en el búnker bajo la residencia presidencial, defendida por unos 200 soldados leales y acorralada por fuerzas enemigas hasta su detención el día 11 de abril.

El conflicto electoral: antecedentes

Las elecciones presidenciales fueron postergadas durante años. Gbagbo llegó al poder en el año 2000 y aunque su mandato terminaba en 2005, siguió gobernando durante toda la guerra civil (2002 – 2007), prolongando su mandato mientras aplazaba las elecciones en seis ocasiones. En la segunda vuelta electoral celebrada el 28 de Noviembre de 2010 Ouattara obtuvo el 54,1% y Gbagbo el 45,9% de los votos. Ouattara fue inmediatamente reconocido por la comunidad internacional como el auténtico ganador.

Pero Gbagbo no quiso entregar el poder y se negó a aceptar su derrota. Denunció que hubo fraude en el conteo de los votos del Norte del país. La Corte Suprema de Justicia, dirigida por aliados suyos, lo respaldó. Invalidó los votos de siete regiones favorables a Ouattara y le concedió la victoria. La ONU llevó a cabo una investigación cuyas conclusiones fueron que, si bien hubo irregularidades que favorecieron a ambos candidatos, éstas no fueron de tal magnitud que pudieran cambiar el resultado electoral. Tampoco habría razones para considerar ganador a Gbagbo. Éste respondió acusando al Consejo de Seguridad de la ONU y especialmente a Francia, antigua potencia colonial de Costa de Marfil, de intentar violar la soberanía y la legislación nacionales para acabar con su presidencia e imponer sus intereses económicos.

A finales de marzo, tras meses de infructíferas negociaciones, los seguidores de Ouattara atravesaron el país de norte a sur hasta Abiyán, para derrocar a Gbagbo por la fuerza. Allí se encontraron con las fuerzas leales a Gbagbo, unos mil combatientes también armados hasta los dientes. Desde entonces se ha llevado a cabo una sangrienta guerra entre ambos bandos. La población civil, en el medio.

La crisis humanitaria

El combate se ha dado en áreas densamente pobladas, lo cual dificulta extremadamente la labor de los servicios médicos y demás organizaciones humanitarias, porque las ambulancias y los médicos no pueden salir de sus refugios. Las calles de Abiyán exhiben los cadáveres en descomposición de combatientes y civiles. Por si fuera poco, ambos bandos han cometido todo tipo de abusos y atrocidades, llevando a cabo matanzas de civiles en poblados y barrios de simpatizantes contrarios dentro y fuera de Abiyán. Sólo en la ciudad de Duékoué, al Oeste del país, se han contado un mínimo de 1.500 muertos. Más de150.000 personas se han refugiado en países vecinos y hay más de un millón de desplazados internos.

La situación de la población es absolutamente dramática: Cada día que pasa, escasean más los artículos de primera necesidad. Cinco meses de disputas políticas y más de sesenta días de guerra civil han paralizado completamente la economía nacional y generado un desabastecimiento masivo. A ello contribuye además el estricto embargo naval impuesto por la UE y los EE.UU. el 14 de enero como método de presión al gobierno de Gbagbo. Varias ONG, así como también el propio Ouattara en su último discurso, han solicitado el cese inmediato de ese bloqueo que hace imposible importar medicamentos y alimentos indispensables para la supervivencia de cientos de miles de damnificados y de la población en general. Esta escasez ha llevado además a las tropas de ambos bandos a atacar salvajemente poblaciones desprotegidas para despojarlos de alimentos.

Respaldo internacional

La comunidad internacional tras algunos titubeos ha respondido al conflicto con asombrosa unanimidad: Ha respaldado a Ouattara como presidente electo y conminado a Gbagbo a abandonar el poder. La Unión Africana, la UE, la ONU y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO por sus siglas en francés) impusieron sanciones al régimen de Gbagbo y fijaron el 24 de marzo como fecha límite para su retirada.

Vencido este plazo, cuando las fuerzas leales a Ouattara empezaron a avanzar en dirección Sur, tanto las tropas francesas como las Fuerzas de Paz de la ONU, estacionadas en Costa de Marfil desde el comienzo de la guerra civil hace casi una década, se movilizaron de forma inmediata para mediar entre los bandos y evitar conflictos mayores.

La intervención de éstas, sin embargo, no está exenta de crítica. Muchos acusan a la ONU y a Francia de haberse unido a las fuerzas de Ouattara y excedido así un mandato que los define como fuerzas neutrales. Según los altos mandos de las Fuerzas de Paz, los reiterados ataques aéreos a tropas de Gbagbo y los bombardeos en las inmediaciones de la residencia presidencial han tenido como único objetivo la destrucción de armamento pesado que estaba siendo utilizado contra civiles. No se puede negar, sin embargo, que – en un conflicto donde ambos bandos atacan a la población civil de igual manera – la intervención ha tenido hasta ahora como única consecuencia una severa reducción de la capacidad militar de las fuerzas leales a Gbagbo. Que ha finalizado, al menos parcialmente hoy, con su detención.

Tampoco es vista sólo con buenos ojos la decidida participación de Francia en la contienda. Hay 1.700 tropas francesas en Costa de Marfil con autorización del Consejo de Seguridad para apoyar a las cerca de 10.000 Fuerzas de Paz de la ONU, lo que subrayaría –tras el liderazgo francés abogando por el uso de la fuerza en Libia- una política exterior agresiva de Francia con miras a restablecer su presencia e intereses en el África francófona.

Los orígenes del conflicto

El conflicto entre los seguidores de Gbagbo y de Ouattara ha revivido la historia reciente de Costa de Marfil, marcada por una sangrienta guerra civil entre 2002 y 2007 y por una marcada división étnica, religiosa y económica entre las regiones Norte y Sur del país.

Gbagbo representa al Sur. Descendiente de marfileños cristianos, impulsó – al igual que su antecesor Henri Konan Bedié durante su mandato de 1993 a 1999 – una política nacionalista y xenófoba que pretendía proteger la mayor «Ivoirité» o «marfilinidad» del Sur de los «menos marfileños» del Norte. Ouattara representa ese Norte. Es musulmán e hijo de extranjeros que, como tantos, llegaron desde países vecinos más pobres atraídos por la bonanza generada por el cultivo del cacao. Costa de Marfil es el mayor productor de cacao en el mundo. Esos inmigrados fueron posteriormente discriminados y excluidos en tanto «menos marfileños» que los del Sur. En las elecciones presidenciales del año 2000, por ejemplo, el mismo Gbagbo impidió que Ouattara participase como candidato, por no ser hijo de personas nacidas en Costa de Marfil. A otros norteños se les negó la posibilidad de obtener carnets de identidad o el derecho al voto. La discriminación llevó a que en el año 2002 se sublevara gran parte del ejército en el Norte y marchara a Abiyán. Cuando los rebeldes estaban a punto de hacerse con todo el territorio nacional fueron detenidos por tropas francesas y Fuerzas de Paz de la ONU. Desde entonces el país ha estado dividido entre Norte y Sur, división que las elecciones presidenciales del 2010 debían subsanar. Sucedió lo contrario.

El futuro de Costa de Marfil: demasiadas incertidumbres

El panorama ya parecía sombrío para Gbagbo como se ha demostrado. Las fuerzas de Outtara, respaldadas por tropas francesas y Fuerzas de Paz de la ONU, parecen tener la victoria militar a su alcance. Gbagbo ha perdido la mayor parte de sus tropas y seguidores. Contaba sin embargo con víveres para resistir durante meses en su búnker, y aproximadamente un millar de soldados leales que vienen repeliendo los ataques enemigos e incluso lograron retomar temporalmente el control de algunos barrios de Abiyán. Su estrategia se basaba en resistir el mayor tiempo posible alimentando los sentimientos nacionalistas de la población para expulsar a las tropas francesas y a aquellos que luchan del lado de éstas. No obstante, no ha podido resistir mucho más.

La solución al conflicto no radica solamente en que Gbagbo entregue el poder. Al igual que su antecesor, Gbagbo se benefició de un sistema de gobierno impuesto desde Occidente, monopolizado por elites y ajeno a los intereses de la mayoría de la población marfileña. Si Costa de Marfil era en la década de 1990 uno de los países más prósperos de África Occidental, la división étnica y religiosa que ahora fragmenta al país lo ha sumido en la parálisis y la desgracia. De no obtenerse un acercamiento entre el Norte y el Sur, aumentará la espiral de violencia y la situación podría incluso deteriorarse hasta el punto de convertirse Costa de Marfil en un estado fallido. Un nuevo gobierno deberá enfocar sus esfuerzos a la integración de ambos bandos, promoviendo leyes e instituciones democráticas en el marco de una nueva Constitución. Y la comunidad internacional deberá apoyar esa reconciliación con menos injerencias.

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