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Colombia: todo a punto para el acuerdo… pero sin prisas

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Todo parece indicar que mañana 23 de junio de 2016 se anunciarán solemnemente en La Habana los últimos avances del proceso de paz en Colombia. Estos, que se han negociado con mucha confidencialidad en los últimos meses, tienen que ver con el llamado punto 3 de la agenda dedicado al fin del conflicto. Tras el fracaso producido el 23 de marzo como fecha “anunciada” del acuerdo final, las partes decidieron de una forma bastante sensata negociar de modo secreto e intensivo y producir avances como los que según todas las fuentes se comunicarán mañana. De este modo, el proceso entraría en la recta final en la que solo quedarían por concretar otros aspectos del punto 3 y el punto 6 dedicado a la implementación, refrendación y verificación de los mismos.

Para nadie es un secreto que en todos los procesos de paz este tipo de aspectos relacionados con el alto el fuego, con la desmovilización de los combatientes, o con las zonas de acantonamiento o reintegración, son siempre los más delicados y suelen negociarse al final. En el caso de Colombia, además, conviene recordar que la negociación desde su inicio se ha producido en medio del conflicto armado, produciéndose únicamente periodos de alto el fuego unilaterales por parte de las FARC. El Gobierno recurrió a esa curiosa terminología del “desescalamiento”, que ha sido bien evidente en los últimos meses, disminuyéndose de modo importante los enfrentamientos entre las FARC y el ejército colombiano. Ahora se anunciaría un cese el fuego bilateral y definitivo por ambas partes. A esto se añadiría el acuerdo sobre un conjunto de zonas de concentración en las que se ubicarían los guerrilleros desmovilizados de las FARC, así como un mecanismo de verificación de este complejo sub punto del acuerdo, con participación internacional.

Evidentemente, relacionado con el punto anterior, se deberá presentar el mecanismo de dejación de armas por parte de los combatientes de las FARC. Desde el inicio de los diálogos las FARC quisieron dejar claro que no se produciría una entrega de armas, sino una dejación de las mismas con mecanismos también de verificación internacional de que esto se produce. Del mismo modo, deberá presentarse el mecanismo de reintegración de los desmovilizados tanto en lo que afecta a aspectos individuales como a los colectivos y de reintegración comunitaria. La Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR), que ya tiene una cierta experiencia en el caso de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) de modo colectivo, o de desmovilizaciones individuales de combatientes de las FARC y del ELN, ha tenido un cierto protagonismo en esta materia.

Pero junto a estos puntos, que pueden considerarse convencionales en todo proceso de negociación de paz, los acuerdos que se han discutido en estos meses y que parcialmente se presentaran mañana tienen algunas originalidades que conviene destacar. La primera y más importante, el compromiso de combatir a los grupos armados post- desmovilización (GAPD) herederos del paramilitarismo que, según todas las fuentes, son el principal riesgo para un proceso de paz sostenible. La fuerte presencia de estas organizaciones en muchas zonas del país ha sido puesta de manifiesto por muchas organizaciones desde hace tiempo, pero no era suficientemente reconocida por parte del Estado. Recientemente el gobierno colombiano parece haberse dado cuenta de los riesgos que esto supone para el proceso de paz y ha adoptado algunas medidas para aumentar y hacer más robusto el combate a estas organizaciones. La aprobación hace escasos meses de la Directiva 015 para combatir a estos grupos en el marco del derecho internacional humanitario (DIH) plantea otros problemas de índole humanitaria, pero es reflejo de esta voluntad de combatir más enérgicamente este fenómeno.  Es evidente que los combatientes desmovilizados necesitan garantías de seguridad en las zonas en que finalmente se inserten y la presencia de este tipo de actores armados, que son algo más que meros grupos delincuenciales,  planteaba y plantea numerosos retos. Por ello, el que finalmente en el punto 3 del acuerdo relacionado con el fin del conflicto se incorporen alusiones específicas y concretas al fenómeno paramilitar es algo muy realista y positivo para la sostenibilidad de los acuerdos y para el conjunto del proceso de paz. Los GAPD son los responsables de muchos de los eventos con consecuencias humanitarias en los últimos años y por ello es muy conveniente que se incorporen alusiones a ellos en los Acuerdos de Paz.

Las recientes y optimistas declaraciones tanto del presidente colombiano Juan Manuel Santos como de los responsables de las FARC sobre que el acuerdo está muy próximo son sin duda muy esperanzadoras. Aunque se vuelve a cometer el mismo error que en otras ocasiones poniendo la cercana y simbólica fecha del 20 de julio para la firma del acuerdo final ¿será?

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